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Cruzando el "charco"


¡¡¡"Charco" Cruzado!!!

Ya estamos de vuelta en casita de nuestra aventura transatlántica. Atrás han quedado casi dos meses del viaje más largo que nunca habíamos hecho. Días llenos de nuevas experiencias y aprendizajes. El balance ha sido positivo, a pesar de haber pasado algunos días complicados, pero mirando atrás, sin ninguna duda, decimos: "lo volveríamos a hacer".

La aventura prevista inicialmente se trataba de cruzar el Atlántico, desde Canarias hasta Martinica con una parada técnica intermedia en Cabo Verde, como tripulación en un barquito monocasco, "Puma 32' " de 9,5m de eslora. El barco nos estaba "esperando" en Canarias junto con el resto de la tripulación: El dueño del barco, su perro, y otro amiguete. Así que íbamos a ser 4 tripulantes humanos y 1 perruno a pasar los aproximadamente 27 de travesía que nos quedaban por delante.

Después de pasar 10 días en Canarias sin poder zarpar por el mal tiempo, por fín soltamos amarras el día 1 de diciembre rumbo a Cabo Verde. La travesía duró 10 días (3 más de los previstos inicialmente). Los primeros días nos pilló la ola cruzada y el barco se balanceaba un montón, estábamos incómodos y no podíamos hacer nada, ni cocinar ni leer ni nada, sólo estar sentados o tumbados sujetandonos para no caernos al suelo. Los días siguientes, bajó la ola y fueron agradables, pero llegamos a Cabo Verde realmente agotados. Y un poco agobiados por lo "claustrofóbico" de estar "mucha gente" en un espacio tan pequeñito.

Entonces, al llegar, nos planteamos si realmente queríamos seguir así, o se nos iba a hacer duro tantos días que nos quedaban, y por otro lado estaba el tema de las fechas, ya que vista la velocidad media que éramos capaces de hacer, calculábamos que nos quedaban unos 23 días de travesía todavía y con tanto retraso que llevábamos, íbamos a llegar después de reyes y nos íbamos a tener que volver a casa enseguida sin disfrutar nada en el Caribe.

Estábamos bastante desanimados, ya que el sueño que teníamos de cruzar el Atlántico en un velero se estaba disipando o no auguraba ser un viaje muy placentero, pero no sabíamos qué hacer, las alternativas no nos resultaban muy atractivas: ¿volver a casa? ¿buscar un vuelo barato a algún país cercano africano? ¿quedarnos visitando Cabo Verde?

Con esas dudas estábamos los días que pasamos en Cabo Verde haciendo un poco de turismo esperando, otra vez, a que pasara otro temporal, cuando un cúmulo de casualidades (en las que tuvo que ver unas ropas perdidas en la lavandería del puerto) hicieron que empezáramos a hablar con los tripulantes de un catamarán enorme que acababa de llegar también de Canarias.

Habían llegado hasta allí en 5 días (la mitad que nosotros). Eran 5 tripulantes, pero 2 de ellos se tenían que desembarcar y volver a casa por un problema familiar, así que quedaban dos plazas libres para hacer la siguiente etapa del viaje. Nos enseñaron el catamarán por dentro y empezaron a bromear con que las dos plazas libres eran para nosotros si queríamos. Según avanzaba la conversación a broma se volvía un ofrecimiento en serio, el cual, nos dimos cuenta que no íbamos a poder rechazar. Era el doble de rápido, el triple de espacioso, y mucho más seguro... ¡por fín habíamos encontrado una alternativa ilusionante!

Así que, dejamos el barquito y embarcamos en nuestro en el lujoso catamarán de 45' (13,5m) de eslora, recién sacado del astillero. Y ahí pasamos los siguientes 13 días que nos llevaron a toda vela rumbo a Martinica. La travesía fue una delicia, era hipnotizante ver el agua pasar bajo el casco, hacer las guardias nocturnas bajo las estrellas era increíble, oir el mar, sentir el viento... Realmente disfrutamos de estar rodeados sólo de agua y movidos por el viento.

Estábamos amarrando en Martinica justo en el cambio de año, viendo los fuegos artificiales mientras hacíamos la maniobra de atraque. El Caribe nos daba la bienvenida al 2015. ¡Y todavía nos quedaban días libres para disfrutar de las playas paradisiacas y del mar Caribe!

Así que después de llegar, descansamos un día y después hicimos la mochila y nos dedicamos a explorar las islas cercanas: Martinica, Dominica y Guadalupe nos han enseñado playas con palmeras, naturaleza exhuberante, selvas, cascadas, puestas de sol, buceos, peces de colores, tortugas, aguas termales, volcanes... y gente estupenda que hemos conocido en el camino.

Ya de vuelta. Atrás quedaron esos días templados, rodeados del mágico gran azul. ¡Pero no tardaremos en reencontrarnos con él, seguro!


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